Defendamos el idioma

Defendamos el idioma o (de una buena vez por todas, ¡partámosle su mandarina en gajos!)

El fruto de la modernidad, o en aras de esta misma, el idioma se ha convertido en una esponja, en algo viviente que permite ser un recipiente donde caen vocablos, algunos necesarios, y en otras tantas veces innecesarios, a mi punto de vista.

Así, los medios de comunicación en hermandad con las agencias de publicidad, se han prestado a la no grata tarea de corromper el idioma.

Pero esto no es nuevo ni gratuitos me subo a la máquina del tiempo (gracias, H.G.Wells, te debo una disculpa) recordaré ,cómo antes de entrar a la primaria, ya el entorno radiofónico y televisivo me enseñaba que no tenía que decir “detergente”, sino que la sola pronunciación del monosílabo “FAB”, era más práctico que deletrear “de-ter-gen-te”. La publicidad era en ese momento una “ama de llaves” capaz de enseñarnos lo que era mejor para nosotros, sus hijos putativos.

Claro, alguien me diría pero esto no es privativo de México. No por supuesto que no. Y mi amigo el Muisca desde Colombia, me aclara algunos puntos de vista acerca del tema, leamos, pues a este colega.

” Por fortuna, por estos pagos colombianos no ha prosperado mucho
esa tendencia de aplicar la denominación de una marca comercial como
genérico para un determinado producto. Se han presentado algunos
casos como el de la maizena o el bon brill, que todavía perduran,
pero, por lo general, al poco tiempo se regresa al nombre del
producto y se abandona el de la marca”

De acuerdo con el Muisca, debo decir que generalmente, tras un breve lapso de impacto de la mercadotecnia de los medios, volvemos a la denominación original de las cosas por su nombre.
Y así, regresamos a decir, rastrillos o cuchillas de afeitar, bolígrafos, pluma o esferógrafos, licuadoras, aspiradoras, pañales, moldes refractarios, entre otros vocablos.

Por cierto, dice nuestro colega, que algunos vocablos derivados de marcas, como el caso del término "kleenex", que gozó de algunos años de vida, poco a poco ha
sido reemplazado por el de "pañuelos desechables".

Claro que no falta, quien suponiendo que utilizar cierta palabreja con acento extranjero, o derivada de otro idioma, le parezca importante, necesaria y la haga suya, la adopte y la divulgue sin pena ni gloria.
De esta manera, el problema de minar el idioma español, pues se hace complejo.
En el caso de nuestro colega colombiano, reitera con orgullo, que la resistencia a esta intromisión de vocablos o neo-vocablos, preferentemente sajones, es fuerte, y cita finalmente:
” Los esnobs agringados (se refiere a los colombianos, conste) que insisten en usarlos, pero, hecha tal salvedad, tengo que reconocer que nuestro sistema inmunológico idiomático todavía funciona”

Y de salida para esta entrega, que le parece mi querido lector, si empezamos Usted y yo por volver a llamar a las cosas por su nombre original, aunque nuestros cuates nos agarren a broma.Aunque en la oficina los amigos nos tachen de PRE-modernos.
Lo invito a que se deshaga de esa bisutería de palabrejas que la publicidad le ha ido colocando en su camino, qué le parece si comienza por enseñarle a su hijo que la nieve no tiene por qué llamarse “smoothie”, o que tal sección del parque de pelota debe llamarse de otra manera y no necesariamente “bleechers”. Qué tal y si en lugar de “e-mail” se refiere Usted a “correo electrònico”, y dejar de lado el ”chatear” ,”el post”, el “link” y el “bloguear”. Sé que será un infierno, tratar de decirle a nuestros querubines de la era del correo electrónico, que no por apresurar los escritos, tenemos necesariamente que socavar la pureza idiomàtica.

Ahora bien, si existiera una ofensiva contra esta idea de preservar la pureza idiomática, pues entonces, yo invitaría a ser congruentes, y revisar escrupulosamente, lo que sea necesario retomar como nuevas palabras para comunicarnos. O de una buena vez por todas, en caso de no haber una resistencia contra esta invasión de neo-vocablos, pues entonces hagamos un ejército para ¡partirle su mandarina en gajos al idioma!
Cortesia de Adolfo Gonzalez Riande  

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