El inicio de clases no podía haber sido mas inolvidable. Para la mayoría, era la segunda vez que pisaban la facultad -la primera había sido durante las inscripciones-, pero esta vez la facultad los recibía con una sorpresa no tan agradable.
Una fuerte lluvia inundó las instalaciones haciendo imposible el acceso. A pesar de ello algunos catedráticos dieron su respectiva clase.
Las cosas mejoraron en el transcurso del día; el calor intenso evaporó la lluvia de la mañana y dejó un olor característico, mismo que fue remplazado por el de los volovanes que fueron adoptados como desayuno oficial durante varias semanas hasta que la gastritis hizo sus estragos.
Las lluvias de agosto -con sus respectivas inundaciones- dieron paso a septiembre con sus noches de farra, sus tequilas y la melancolía del terruño. Muchos desertaron en ese mes. Otros lo hicieron en enero, cuando no se adaptaron a la vida universitaria y menos a grupos divididos que se atacaban cual jaurías unos a otros.
Febrero con su carnaval y su desenfreno fue para muchos una compensación a clases aburridas, zorras infieles, trastornos gastrointestinales, dolor de ojos por desvelos y marihuana, cansancio de viajar a casa una vez a la semana solo para llegar a dormir, decepciones amorosas, sueños frustrados de estrella de televisión, entre otras cosas.
Todo comenzaba mejorar, el MEIF parecía tener un lado bueno y la carrera poco a poco hacia recuperar las expectativas de muchos.
Hasta la llegada de la primavera, cuando la psicosis del narcotráfico fue motivo de angustia y zozobra tanto para alumnos como para padres, quienes no sabían si al siguiente fin de semana sus hijos llegarían en autobús o dentro de una bolsa.
A más de uno le hicieron reconsiderar los riesgos de la carrera, al tiempo que cabezas aparecían por doquier atemorizando a la población e intimidando a los periodistas.
Las cosas se mejoraron porque “Veracruz late seguro” y la tranquilidad regreso a los alumnos y padres de los mismos.
El calor y los exámenes hicieron “sudar la gota gorda” a muchos quienes solo esperaban vacaciones para, aunque sea por un mes, volver a dormir como bachilleres; soñando con la gerencia de Televisa, algún premio guardado en el buró y una hojita de papel enmarcada en la sala por la cual se mataron –y emborracharon- varios años en la universidad.
Y escuchar entre sueños a sus padres, diciéndole a una visita cualquiera:
-Mira mi hijo es todo un comunicador, se mató cuatro años en la facultad, el pobrecito.
Una fuerte lluvia inundó las instalaciones haciendo imposible el acceso. A pesar de ello algunos catedráticos dieron su respectiva clase.
Las cosas mejoraron en el transcurso del día; el calor intenso evaporó la lluvia de la mañana y dejó un olor característico, mismo que fue remplazado por el de los volovanes que fueron adoptados como desayuno oficial durante varias semanas hasta que la gastritis hizo sus estragos.
Las lluvias de agosto -con sus respectivas inundaciones- dieron paso a septiembre con sus noches de farra, sus tequilas y la melancolía del terruño. Muchos desertaron en ese mes. Otros lo hicieron en enero, cuando no se adaptaron a la vida universitaria y menos a grupos divididos que se atacaban cual jaurías unos a otros.
Febrero con su carnaval y su desenfreno fue para muchos una compensación a clases aburridas, zorras infieles, trastornos gastrointestinales, dolor de ojos por desvelos y marihuana, cansancio de viajar a casa una vez a la semana solo para llegar a dormir, decepciones amorosas, sueños frustrados de estrella de televisión, entre otras cosas.
Todo comenzaba mejorar, el MEIF parecía tener un lado bueno y la carrera poco a poco hacia recuperar las expectativas de muchos.
Hasta la llegada de la primavera, cuando la psicosis del narcotráfico fue motivo de angustia y zozobra tanto para alumnos como para padres, quienes no sabían si al siguiente fin de semana sus hijos llegarían en autobús o dentro de una bolsa.
A más de uno le hicieron reconsiderar los riesgos de la carrera, al tiempo que cabezas aparecían por doquier atemorizando a la población e intimidando a los periodistas.
Las cosas se mejoraron porque “Veracruz late seguro” y la tranquilidad regreso a los alumnos y padres de los mismos.
El calor y los exámenes hicieron “sudar la gota gorda” a muchos quienes solo esperaban vacaciones para, aunque sea por un mes, volver a dormir como bachilleres; soñando con la gerencia de Televisa, algún premio guardado en el buró y una hojita de papel enmarcada en la sala por la cual se mataron –y emborracharon- varios años en la universidad.
Y escuchar entre sueños a sus padres, diciéndole a una visita cualquiera:
-Mira mi hijo es todo un comunicador, se mató cuatro años en la facultad, el pobrecito.
Josué Randú Salazar Hernandez
Todos los Derechos Reservados
Presentado durante la inaguración de Club FACICO. 12 de Septiembre de 2007
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